domingo, 25 de octubre de 2015

MI EXPERIENCIA CON LAS PELUQUERÍAS



Desde que tengo memoria sé que no me gustan las peluquerías, me era sumamente incómodo ir a un sitio donde había personas que hablaban de todo y hacían bromas y contaban chistes, casi nada de lo cual entendía o simplemente no me interesaba, hablaban de gente que no conocía pero que se supone debía conocer pues, era en mi propio pueblo. Tener que esperar media hora, una hora o el tiempo que fuera para que me atendieran era para mi una inmensa pérdida de tiempo. Me gustaba la idea de llevar un libro que estuviera leyendo en ese entonces o alguna tarea que estuviese realizando pero sabía que no era bien visto que ignorara a todos y me pusiera a leer o a escuchar música y anotar la letra o simplemente escribir, o en todo caso no iba a poder concentrarme. Por otro lado está el ruido del secador, por lo cual las personas deben hablar más fuerte, a veces había música; luego los olores de tintes, laca y hasta del propio cabello, era la locura, ahora entiendo la sobrecarga sensorial que eso implicaba y comprendo por qué instintivamente lo rechazaba.



 Para los conocedores del autismo está claro que todos esos estímulos son desencadenantes de estrés o ansiedad, o cuando menos de incomodidad, por lo tanto es bueno tomar en cuenta que cuando alguien con autismo tenga que ir a uno de esos sitios se haga una cita para no tener que esperar y se escoja una hora donde no haya tantas personas. En mi caso yo no tenía idea de mi condición, todo lo fui haciendo instintivamente.

Muchas veces yo misma me he cortado el cabello, desde hace muchos años lo llevo corto y simplemente me las ingeniaba para cortármelo a riesgo de que me quedara mal, yo no sé nada sobre peluquería, solo hacía lo que los peluqueros hacen pero sin ver, solo con mis manos iba tocando y de esa forma “veía”. Algunas veces no quedaba tan mal, casi ni se notaba, otras veces quedaba desprolijo y se veían algunas disparidades y en esos casos no me quedaba más remedio que acudir a una peluquería para emparejar.

Mi cabello es ondulado y por algunos sitios es muy crespo y en esas partes me coloco cremas alisadoras de vez en cuando, siempre lo he hecho en casa, yo sola, pero un día estando en una ciudad me dio por ser “normal” y fui a una peluquería para que me hicieran el tratamiento, recuerdo que les expliqué lo que quería y un chico comenzó a atenderme, no recuerdo cómo fue el procedimiento de lo que me hizo, pero si recuerdo vivamente que NO era para nada lo que yo quería, fui a que me alisara y en vez de eso salí con el pelo alborotado y no fui capaz de decirles nada, solo está bien, muchas gracias (con una sonrisa). No puedo asegurar que me tomaron el pelo (literalmente jeje) pero he tenido siempre la sensación de que sí, quizás se divirtieron a mi costa porque si no, no me explico el resultado estrambótico de lo que me hicieron como peinado. Al llegar, mi esposo se extrañó y me preguntó qué era aquello y simplemente le dije que no importaba que ya lo iba a arreglar. Me sentí mal, pero gracias a Dios no fue algo que me hizo sentir rencor, solo frustración, casi lo tomé como una anécdota y un motivo más para seguir haciéndolo en casa.

Creo que puedo contar con una mano las veces que he ido a arreglarme y pintarme las uñas, y esas pocas veces siempre fui acompañada e invitada por alguna amiga, que la mayoría de las veces fue Nayelis (ahora en el cielo) No lo hacía tanto por el hecho de no querer arreglarme (que también), sino por evitar todo ese ambiente que me incomodaba pues nunca sabía de qué hablar ni podía seguir la conversación de las demás. Generalmente las que hacen manicura trabajan en sus propias casas y como es un ambiente rural siempre es más folklórico y no falta un perro y más gente del entorno y gritos, me sentía muy ajena a todo eso y por más que tratara no podía adaptarme con naturalidad, es decir, nunca entraba en confianza.

                                                                                                       Nayelis y yo en una grabación

 Recién a mis cuarenta  años encontré una buena peluquera (que le tiene mucho cariño y paciencia a mi hija) con la que pude adaptarme, sin embargo, siempre hago cita y en ocasiones no debo esperar. Las uñas, ya nunca las pinto, tal vez si tuviera suficiente tiempo libre lo haría, pero por ahora tengo cosas más importantes que hacer.



Twitter:  @maryanmor

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